Un nuevo blog

Hace tiempo quedó muda mi lira. Ahora, tiempo después, vuelven a tañer sus cuerdas para expresar nuevos sentimientos e inquietudes. Pero no quiero hacerlo aquí. Este blog quedó muerto y no hay necesidad de resucitarlo. Es testigo del pasado y quedará como catafalco, si no silencioso, porque cualquiera puede revisitarlo; sí mudo de novedades.

La vida son etapas. Y en esta nueva etapa creo necesario seguir expresándome y desahogándome, pero en un nuevo sitio. Nueva voz, nuevo blog. Lo he querido publicitar por facebook, pero no puedo acceder a mi cuenta, por temas que no vienen al caso. Así que la única manera de ponerlo en funcionamiento es dándolo a conocer por aquí… Espero que sirva de algo.

Venid conmigo y sed bienvenidos a: El limbo de los lamentos. (haz click en el enlace)

 

Una posible despedida

«Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen.«

Maquiavelo

Hace un tiempo tuve un sueño. No tiene nada que ver con el que tenía Luther King, pues yo soñé otra cosa muy distinta. Soñé con la fecha de mi muerte. Resulta que no queda mucho: era en este año. El 20 de noviembre. Si fuera cierto, me quedaría un mes de vida. Espero que ese sueño tan agorero no se cumpla, pero como con los sueños nunca se sabe. Hoy voy a aprovechar el blog para decir unas últimas palabras.

Siempre he intentado ser buena persona, creo que nunca he actuado con maldad con nadie a sabiendas de lo que hacía. Aún así, no me cabe duda de que le he hecho daño a personas que he querido y que me han querido. Nunca ha sido a posta. Hoy quiero pedirle perdón a todas aquellas personas a las que he lastimado de alguna forma. Lo siento, siento todo el daño que haya podido crear por acción o por omisión. De verdad que nunca lo hice queriendo.

Pido perdón porque soy imperfecto, como buen ser humano, y he cometido muchos errores. La mayoría sin remedio ya, sin vuelta atrás. Por eso solo me queda pedir perdón.

También quiero dar las gracias. Gracias a mi familia que siempre me ha apoyado en mis momentos difíciles. Mi gran sustento. Yo no estaría en esta vida si no fuera por ellos, porque en los momentos más oscuros,cuando no se podía estar más abajo, ellos me reflotaron, con su cariño, su paciencia y su amor. Hoy no estaría aquí si no fuera por estos maravillosos padres que tengo y por mis no menos estupendos hermanos. No lo digo mucho porque soy más bien arisco, pero hoy lo voy a decir: Os quiero mucho.

Y también decir que hay mucha gente a la que echo de menos. Amigos que por diferentes motivos se fueron alejando y ya apenas queda un hilo de comunicación. Quizás me muera o quizás no. Pero necesitaba decir estas palabras. Porque la vida puede parecer muy larga, pero es muy corta para andar odiando o despreciando, es mejor aprovecharla con la gente que te quiere. La vida se va en un suspiro y no sabemos cuando diremos nuestras últimas palabras. Si dentro de un mes muero (espero sinceramente que no) aquí queda dicho esto desde el fondo de mi corazón.

Y, por favor, sed felices.

 

Luces y sombras

El silencio del pasillo se ve roto.

A veces por una voz y a veces por una risa.

Son de un eco invisible.

Son de un fantasma del pasado.

Resuenan por mi pecho y remueven los recuerdos.

Brilla el sol fuera

Pero el pasillo sigue oscuro y frío,

callado y luctuoso.

Solo se ilumina

cuando resuenan esa voz y esa risa

que no se sabe de dónde vienen.

Entonces yo me alejo.

Porque esa luz ya no es mi luz.

Y simplemente me quedo en las sombras,

con mi alma umbría.

 

Que la felicidad venga de dentro

La vida son etapas. Y cuesta cambiar de etapa porque el ser humano es reticiente al cambio. No nos gusta que cambien las cosas. Nos aferramos a lo antiguo, aunque nos pese. Recuerdos, vivencias y también objetos. No nos deshacemos de ellos porque nos duele o porque les tenemos cariño. Y al final estamos rodeados de un peso que nos sumerge en un fondo del que podríamos salir a flote sin todo eso que no funciona. Esa es la clave para ser feliz: no aferrarse a nada ni a nadie. Que la felicidad propia nunca dependa de algo externo a nosotros, porque ese algo externo se pude perder, ir, desaparecer y entonces la felicidad se irá también.

Hay que saber cuando cambiar de etapa. Hay que saber cuando iniciar una nueva andadura. No hay que confundirlo con despreciar los recuedos o las antiguas vivencias, pues ellas han favorecido a que modelemos un poco más nuestro carácter, de eso hemos aprendido; pero hay que saber cuándo dejar todo eso a un lado y comenzar otra vez. Dejar fluir que dicen por ahí.

Las despedidas son duras. A veces, ni siquiera hay despedida, lo cual puede ser incluso más duro. Pero hay que pensar que por cada despedida hay una nueva bienvenida. Y eso ya es un motivo suficiente para estar y ser feliz. Y a eso es a lo que hemos venido.

 

No te pierdas

Fíjate que hoy está nublado,

que está gris el aire y el agua.

Fíjate que parece un día de otoño,

pero es un día de primavera.

Pese a todo brilla el sol

detrás de las aciagas nubes.

Está ahí, oculto, pero presente,

solo espera que se vayan los nimbos.

Igual hace la esperanza.

Siempre está ahí, silenciosa,

a veces, solo una luz mortecina,

pero si sabes seguirla,

ilumina lo justo

para salvar un obstáculo

que parecía que acabaría

con todo lo que el sol

una vez iluminó.

 

Dejando atrás

Ya están las pardes vacías.

El silencio es nuestro acompañante.

Antes nos contaban historias felices.

Ahora no queremos que nos hablen.

.

Aún así, los recuerdos nos hablan,

susurran pasadas viviencias,

nos invocan alguna lágrima inevitable,

acompañada por un torpe sonrisa

llena de nostalgia.

.

Nos fustigamos

con lo que pudo haber sido.

Hablamos solos para aliviarnos.

Leemos sin saber lo que leemos.

Vivimos por mera inercia.

.

Dormimos y despertamos sobresaltados

por el amor que se quedó

en aquellos recuerdos

y que desprendimos de las paredes.

.

Ese amor que tenemos que apagar

y no tenemos extintor que lo consiga.

 

Felicidad

Hoy te bebo a chupitos,

te paladeo poco a poco,

sintiendo tus labios,

sorbito a sorbo.

.

Me gusta beberte así,

a traguitos breves,

degustando tu boca,

deteniéndome para mirarte.

.

Todo despacio

como si el mundo nos esperase.

Como ha de tomarse la felicidad

para no atragantarse.

.

A sorbitos cortos,

pero eternamente tuyo.

 

Otro suspiro

¿Cuántas veces comemos sin tener hambre?

¿Y cuántas bebemos sin tener sed?

¿Cuántas veces hablamos sin tener nada que decir?

Y cuántas veces nos gustaría hablar y guardamos un silencio hueco.

A veces parecemos alegres, pero hay enterrada tristeza.

A veces una sonrisa oculta un torrente de lágrimas.

A veces te gustaría no tener que decir adiós.

No a veces, sino siempre, las cosas no son para siempre.

O Nunca son para siempre.

Tampoco para nunca.

A veces, muchas veces, no podemos hacer lo que nos gustaría.

Porque a veces, queremos besar

y sólo podemos cruzarnos de brazos.

Queremos decir te amo

y sólo podemos suspirar.

 

Cambios iguales

Parece que todo ha cambiado.

Es como si los olores no estuvieran,

como si los sonidos se amortiguasen,

como si todos los colores fueran gris.

Cada minuto sigue al anterior

como una burda imitación.

Las horas son gemelas.

Los días solo la misma tristeza.

Uno y otro y otro y el siguiente…

Y da igual, porque podrían ser el mismo.

Solo hay algo que no ha cambiado:

los latidos se siguen acelerando

cuando veo a mi primer pensamiento por las mañanas

y mi último recuerdo antes de dormir.

Entonces sé que aún hay algo vivo en mí.

 

Tiempo y silencio

La tarde es el bostezo de la luna llena. Mientras el sol se oculta, ocioso, el tiempo parece detenerse. Cae el oscuro telón de las estrellas a modo de sudario para el cadáver de un día caduco, pero antes, pasan como siglos los minutos, rasurando el aire las agujas de un reloj que cuelga indolente en la tienda de un anticuario.

La tarde despacio y la vida, sin embargo, huye deprisa, se escapa como un suspiro, corre tanto que da vértigo. La vida se escaquea por todos los resquicios del tiempo, fluye sin pausa, imparable y, a veces, nos arrastra sin remisión hasta orillas ignotas.

Entre la cacofonía del tráfico un anciano recuerda los amores que dejó allá atrás, marchitos. Recuerda con nostalgia versos que leyó en su juventud en un libro ajado de Neruda: «…tan corto el amor y tan largo el olvido.»

El ocaso hace que las farolas se iluminen con su luz de bajo consumo, amortiguada y triste. El astro rey nos brinda un nuevo y merecido descanso, aunque es difícil conciliar el sueño en un lecho frío y con tantos recuerdos revoloteando sin piedad alrededor de la almohada.

La única receta para curarse la escribió Dumas hace un par de siglos: Tiempo y silencio.